¿Alguna vez has notado cómo tu mascota te mira como si fueras lo mejor que le ha pasado en la vida? Ese amor incondicional, esa devoción ciega incluso cuando llegas con el peor peinado o has olvidado darle su paseo matutino. Ahora, imagina que tu cerebro pudiera tratarte igual. Suena maravilloso, ¿no? Pues aquí te traigo una guía práctica para entrenar a tu cerebro para que te ame tanto como tu perro (o gato). Porque sí, el amor propio se puede cultivar, y, con las técnicas adecuadas, podrías conseguir que tu mente te haga fiestas mentales cada vez que te levantes de la cama.
El refuerzo positivo: dale premios a tu mente
¿Recuerdas cómo entrenaste a tu perro para que se sentara o cómo conseguiste que tu gato no tirara los vasos (bueno, a medias)? El refuerzo positivo es la clave.
Tu cerebro también responde al refuerzo positivo, aunque en lugar de galletitas para perros, funciona con pequeños momentos de celebración. Cada vez que logres algo, por más pequeño que sea, reconoce tu esfuerzo. ¿Te lavaste los dientes hoy aunque no tuvieras ganas? ¡Bravo! ¿Respondiste ese correo que te daba pereza? ¡Eres un héroe!
Haz un baile de victoria en la cocina o date un gusto. Este reconocimiento constante entrena a tu mente para asociar el esfuerzo con emociones positivas, igual que tu perro asocia «sentarse» con una galleta.
Sé paciente, como lo eres con tu mascota
Si has intentado enseñarle algo nuevo a tu mascota, sabes que los primeros intentos pueden ser caóticos. Lo mismo ocurre con tu cerebro: no esperes resultados inmediatos. Por ejemplo, empezar a quererte después de años de críticas internas no sucederá de la noche a la mañana.
Entrenar el amor propio requiere repetición y paciencia. ¿Te sorprendes criticándote frente al espejo? Cambia el «Qué desastre estoy» por un «Hoy me siento mejor que ayer, y eso ya es un logro». Recuerda: incluso los perros más tozudos acaban aprendiendo a dar la pata si eres constante.
Habla contigo mismo como lo harías con tu mascota
¿Alguna vez le has dicho a tu perro: «Eres un desastre, nunca haces nada bien»? Probablemente no, porque él te miraría con cara de pena y tú te sentirías como un villano. Entonces, ¿por qué hablas así contigo mismo?
La próxima vez que te sorprendas diciéndote algo como «Qué idiota soy por haber olvidado eso», cámbialo por un tono más cariñoso. Algo tipo: «Bueno, hoy he tenido un despiste, pero todo el mundo los tiene». Ser amable contigo mismo es como acariciar a tu cerebro; lo tranquiliza y fortalece tu autoestima.
Rutinas constantes: ¡los cerebros y las mascotas las adoran!
Las mascotas son criaturas de hábito. ¿Tu perro sabe exactamente a qué hora le toca comer? ¿Tu gato empieza a maullar en cuanto escucha la lata de comida abrirse? Pues bien, tu cerebro también prospera con rutinas.
Establecer hábitos saludables como un horario de sueño fijo, comer bien y tomarte un tiempo para desconectar crea un entorno mental estable. Cuando tu cerebro sabe qué esperar, se siente más seguro, igual que tu mascota cuando sabe que siempre tendrá su paseo diario.
El efecto «cola feliz»: celebra las pequeñas cosas
¿Has notado cómo tu perro mueve la cola como loco por cosas que parecen insignificantes? Llegas a casa: ¡fiesta! Le das su juguete: ¡más fiesta! Este nivel de entusiasmo es una lección de oro para el amor propio.
Empieza a celebrar las pequeñas victorias diarias. ¿Lograste salir de la cama en un día complicado? Fiesta interna. ¿Preparaste un desayuno saludable? ¡Olé tú! Entrena a tu cerebro para que valore estos pequeños logros, y pronto te sentirás más satisfecho contigo mismo.
Controla las distracciones: evita los «pájaros» que distraen a tu cerebro
Cuando sacas a tu perro y ve un pájaro, adiós concentración. Tu cerebro también puede perderse fácilmente con distracciones como redes sociales, noticias negativas o ese vecino que siempre parece tener algo que criticar.
Practicar mindfulness, o simplemente tomar unos minutos al día para respirar profundamente y enfocarte en el presente, ayuda a tu mente a centrarse y reducir el ruido mental. Es como decirle a tu cerebro: «Mira aquí, quédate conmigo».
Amor incondicional, pase lo que pase
Uno de los aspectos más entrañables de las mascotas es que nos aman aunque tengamos días malos. Y, sí, tu cerebro puede aprender a hacer lo mismo.
Empieza a practicar la autoaceptación radical: te mereces amor incluso cuando te equivocas, estás triste o te sientes menos productivo. No necesitas ser perfecto para ser digno de cariño (tus mascotas lo entienden, ¿por qué tú no?).
Aprende a jugar: el autocuidado también es divertido
¿Tu perro no puede resistirse a una pelota o tu gato se vuelve loco con una caja? Ellos nos recuerdan que el juego es esencial. Para entrenar a tu cerebro, incluye actividades que disfrutes de verdad: bailar, pintar, cocinar o incluso probar un nuevo deporte.
El juego no solo reduce el estrés, sino que mejora tu creatividad y te reconecta contigo mismo. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo simplemente porque te hacía feliz?
El amor propio es como entrenar a un cachorro
Entrenar a tu cerebro para que te ame como tu mascota requiere paciencia, cariño y muchas repeticiones. Pero, al igual que cuando tu perro finalmente aprende a traer la pelota (en lugar de quedarse con ella), el esfuerzo vale la pena.
Así que dale a tu mente las mismas dosis de amor, cuidado y comprensión que le das a tu mascota, y pronto tendrás un cerebro que mueve la «cola mental» cada vez que piensa en ti.
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Allen Iverson, el psicólogo cojonudo