Terapia de aceptación y compromiso

Los trastornos de ansiedad son la causa más común de búsqueda de tratamiento en EEUU, con una tasa de prevalencia (13,1%) para adultos comprendidos entre los 18 y los 54 años de edad. (Narrow, Rae, Robins & Regier, 2002) y entre un 16% y un 23% requieren al menos 3 años de remisión una vez inician el tratamiento. No es de extrañar por tanto, que muchas de las investigaciones estén relacionadas con los posibles tratamientos para erradicar la ansiedad.

Y no sólo en EEUU, si miramos los datos estadísticos españoles, los problemas de ansiedad ocupan el segundo puesto de las enfermedades mentales más frecuentes, padeciéndolo entre un 12-17% de lo población. En este marco, de necesidad de tratamientos surge la Terapia de Aceptación y Compromiso. Una nueva terapia que nace de la rama procedente de la filosofía contextualita funcional y que se engloba hoy en día dentro de las terapias de tercera generación.

Es por ello que Kattie Sharp (2012) en su articulo “A review of Acceptance and Commitment Therapy with Anxiosity Diosordes“ para el International Journal of Psychology & Psychological Therapy, 3, 359-372 nos hace una breve revisión de la situación actual de la Terapia de Aceptación y Compromiso con respecto a los trastornos de ansiedad, y cuales son sus ventajas respecto al resto de alternativas terapéuticas.

En primer lugar hace una breve introducción sobre los objetivos de la Terapia de Aceptación y compromiso. ACT tendría dos objetivos principales: a) aceptar activamente los pensamientos y sentimientos no deseados y quizás incontrolables y b) el compromiso y la acción hacia objetivos alineados con uno de los valores elegidos por el paciente (que se supone muy relevante en su vida). Por tanto, La ACT supone tratar de aceptar y cambiar al mismo tiempo (Eifert y Forsyth, 2005).

La idea principal en la que se basa la ACT es aquella en la que el sufrimiento psicológico es causada por enredos cognitivos (es decir, la fusión con pensamientos desadaptativos), la rigidez psicológica (que impide a los individuos tomar decisiones mas acordes con respecto a sus valores), y «evitación experiencial» (comportamientos que me ayudan a evitar o a no padecer esas experiencias privadas no deseados, como los pensamientos desagradables, sentimientos y sensaciones corporales, que se van a dar en nuestra vida de forma inevitable, Hayes et al, 1999).

Podemos conceptualizar seis procesos centrales de ACT que se utilizan para aumentar la flexibilidad psicológica. Como la difusión cognitiva (estrategias para reducir la reafirmación de los pensamientos, las sensaciones y las emociones); La aceptación (permitiendo que las experiencias sean como son, sin resistencia); el contacto con el momento presente (estar abierto, interesados y receptivos al aquí y ahora); El Yo como contexto (desarrollar un sentido concreto del yo como observador que es estable e independiente de las experiencias cambiantes de cada momento) ;los valores(aquello que define lo que es más importante en la vida de una persona); y las acciones comprometidas (llevar acabo acciones que son guiados por los valores de uno mismo).

Cuando se aplica a los trastornos de ansiedad, ACT enseña a los pacientes a poner fin a la lucha con esas sensaciones desagradables derivadas de su ansiedad mientras que de manera simultánea se eligen los comportamientos que los mueven más cerca de sus valores, independientemente de aquellos pensamientos y sentimientos desagradables que estas nuevas acciones puedan generar nuevamente en el paciente (Twohig, Masuda, Varra, y Hayes, 2005 ).

La ACT ha demostrado su eficacia junto con la terapia cognitivo conductual y de forma aislada por sí misma, pero como bien se menciona en el artículo, debido a la novedad de la terapia todavía no hay datos suficientes (Sharp, 2012).

¿PERO CÓMO SE APLICA LA ACT EN LOS TRASTORNOS DE LA ANSIEDAD?
La evidencia apoya la idea de que los trastornos de ansiedad son desarrollados y mantenidos por los patrones de conducta de evitación y la fusión con esos pensamientos desadaptativos (Orsillo et al., 2005). Los intentos de regular la ansiedad puede aumentar el sufrimiento psicológico y transformar esas experiencias de ansiedad (que podrían haber sido etiquetadas como desafío o como algo temporal) en una forma de experiencia desadaptativa, tanto a nivel de acción como de sensación o pensamiento (Hayes et al., 1999).

El enfoque de ACT está bien equipado para hacer frente a estas preocupaciones, ya que enseña a los pacientes cómo aceptar y vivir con los síntomas desagradables de ansiedad (por ejemplo, las preocupaciones, las sensaciones corporales, los pensamientos perturbadores, etc) en lugar de intentar eliminar o suprimirlos (Hayes et al., 1999). Por lo tanto, ACT fomenta la voluntad de estar con toda experiencia humana (tanto positiva como negativa), lo que aumenta la flexibilidad psicológica y reduce intentos de evitar los fenómenos psicológicos y emocionales. De este modo los pacientes son más libres de elegir las acciones que los llevan más cerca de sus valores elegidos, sin necesidad de mantener una determinada situación, por evitar la ansiedad que esto podría suponerme.

ACT recalca la idea de que la evitación experiencial puede vincularse a los procesos del lenguaje. El lenguaje crea patrones que son gobernadas por reglas de comportamiento «voy a estar ansioso en la fiesta, así que no voy a entrar», así como autoevaluaciones negativas «Yo soy incompetente». Las personas a menudo se enredan en la red de juicios y valoraciones negativas, lo que inevitablemente reduce sus opciones de vida. Por ejemplo, yo podría desear participar en un evento social con mi pareja o amigos como parte de disfrutar de la vida porque este sea uno de mis valores, pero mi conducta de evitación tiende a dominarme, por lo que opto por quedarme en casa. Por ello la «difusión» de la literalidad de los pensamientos es lo primero en lo que se centra la ACT.

En resumen, la ACT considera los problemas de ansiedad como una derivación de estas 6 condiciones: a) los pacientes están dispuestos (incluso lo prefieren) a experimentar las sensaciones fisiológicas de la ansiedad (por ejemplo, temblores, sudoración, etc) o las experiencias privadas que crean ansiedad «normal» (por ejemplo, preocuparse por el futuro); b) los pacientes ven la ansiedad «normal» como una amenaza para su salud básica y algo que debe ser controlado y/o eliminados; c) intenta controlar o eliminar la ansiedad para evitar la escalada a niveles intolerables (como si no pudiesen llegar a soportar un nivel mínimo de ansiedad); d) que los pacientes inician estrategias de evitación cognitiva (por ejemplo, la preocupación, la rumia, etc) o de comportamiento (por ejemplo, el control, la prevención situacional, etc), lo que refuerza negativamente su ansiedad; e) los comportamientos sutiles y abiertos de evitación se aplican incluso con más frecuencia como resultado del aumento de la ansiedad, alimentando el ciclo de refuerzo; y e) de este patrón de evitación y aumento de la ansiedad conduce a consecuencias psicológicas y de comportamiento que limitan su propio funcionamiento en una o más áreas de la vida (Orsillo et al., 2005).

Investigaciones recientes han observado reducciones significativas en las medidas de miedo y evitación a experiencias internas, tras un tratamiento a través de ACT, lo que sugiere que la orientación de la evitación experiencial puede haber sido clave en el éxito del tratamiento (Roemer & Orsillo, 2001).

Como conclusión, podemos decir que aunque la investigación sobre la ACT es pequeña, desde ella podemos explicar un modelo de la ansiedad que conceptualiza un tratamiento posible para este trastorno tan común de nuestra sociedad y nuestros días.

 

Imagen: CarbonNYC

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