Es un trastorno en que la persona afectada se arranca el pelo de la cabeza, de las cejas o de otro sitio del cuerpo de forma visible. A parte de los problemas estéticos provoca malestar en el funcionamiento social o laboral. Se puede empezar mirando la tele, estudiando o hablando por teléfono, mientras se juega con el pelo y un día se empieza a arrancar alguno que otro pelo hasta que se convierte en costumbre. Cuando ya está instalada, se hace como un acto reflejo, sin que la persona se dé cuenta. Es comparable a otras situaciones en las que se pierde el control de los impulsos como la compra compulsiva o morderse las uñas. Por eso se habla de un trastorno de control de impulsos.
La conducta de arrancarse el pelo en un principio suele estar ligada a situaciones de ansiedad o estrés. También la rabia contenida o la falta de asertividad puede encontrar su forma de expresión en este tipo de conductas y suele afectar a personas inseguras, introvertidas o impulsivas. A veces el hecho de arrancarse el pelo da tranquilidad de forma puntual, reduciendo la tensión interna del momento.
El inicio suele darse en la infancia entre los 5 y 8 años, volviendo a surgir a los 13 años, o durante la adolescencia. La mayor afectación está en mujeres menores de 30 años. Debido a que es una enfermedad crónica puede llegar a durar hasta 21 años. Puede ir acompañado de otro tipo de problemas como la ansiedad, distímia, algún tipo de fobia o otras manías. No se puede hablar de un trastorno obsesivo-compulsivo, pues muchas veces no se dan cuenta de la conducta que realizan y no se realiza en respuesta a un tipo de pensamiento concreto. Por ello es tan importante que la persona con tricotilomanía empiece a darse cuenta de cuando y como se arranca el pelo. Poder relacionar los momentos en que realiza la conducta es importante para una buena recuperación; no necesariamente siempre deben ser situaciones conflictivas, pueden ser momentos de aburrimiento o de rumiación.
Ya que se trata de un hábito adquirido, la tarea principal del tratamiento será romper el hábito y encontrar conductas sustitutivas que eviten arrancarse el pelo. También puede ser aconsejable cambiar las rutinas diarias durante un tiempo, para romper costumbres y situaciones familiares. Cosas tan sencillas como desayunar en el bar, en vez de en la cocina de casa, si este fuera un lugar de ejecución del hábito. Otro factor importante es afrontar las situaciones de estrés y el estrés en general. También podrían añadirse programas de solución de problemas o de asertividad y autoestima, según la persona.
Otro factor a tener en cuenta es el aspecto social. Una persona con tricotilomanía cada vez se sentirá más sola, más apartada y será el blanco fácil de críticas y burlas. Deberá hacerse un esfuerzo en conocer gente, en integrarse, en salir con amigos y hacer una vida como los demás. Si para ello es necesario usar peluca durante un tiempo será dinero bien invertido, pues no hay mejor terapia que integrarse socialmente y contar con gente que te valore y apoye.
La perseverancia y la constancia en aplicar las técnicas adquiridas durante el tratamiento, son la mejor garantía para el éxito. De todas formas, antes de acabar un tratamiento debe considerarse la posibilidad de que puede haber recaídas y trabajar la forma de afrontarlas. Las recaídas son normales y beneficiosas, pues esto permitirá valorar más lo que se ha logrado y son una oportunidad para seguir practicando lo aprendido. Incluso se puede programar alguna recaída durante el tratamiento para reafirmar la confianza en uno mismo y en lo que se ha aprendido, a la vez que sirve para saber que nada es imposible y que se puede conseguir.